Panamá y Asia Oriental: Lecciones cruzadas para un nuevo modelo de desarrollo

A pesar de las grandes diferencias geográficas, culturales y estructurales entre Panamá y Asia Oriental, ambos han sido protagonistas de lo que muchos llaman “milagros económicos”. Lo han logrado en contextos globales adversos, gracias a políticas públicas bien orientadas. Hoy, Panamá enfrenta una encrucijada: redefinir su modelo de crecimiento, aprendiendo de las lecciones del Este asiático, o arriesgarse a un estancamiento prolongado.

Dos rutas de éxito económico

Durante la segunda mitad del siglo XX, Asia Oriental apostó por la industrialización, las exportaciones, la acumulación de capital, políticas industriales activas y la universalización de la educación primaria. Esta estrategia permitió que más de mil millones de personas salieran de la pobreza entre 1960 y 1990.

Panamá, por su parte, cimentó su crecimiento en los servicios y la logística, aprovechando activos estratégicos como el Canal de Panamá y las áreas revertidas. Entre 1989 y 2019, el país logró avances sustanciales en reducción de la pobreza y fortalecimiento de una clase media. Sin embargo, las desigualdades estructurales siguen sin resolverse.

Avances innegables, retos persistentes

En los últimos 30 años, Panamá ha registrado mejoras importantes en esperanza de vida, ingreso per cápita y acceso a servicios básicos. No obstante, enfrenta serias debilidades en cobertura y calidad educativa, informalidad laboral, desigualdad territorial y una productividad estancada.

Mientras las economías asiáticas evolucionaron hacia modelos basados en conocimiento y tecnología, Panamá carece aún de una política industrial moderna que le permita diversificarse e incluir a más población en sectores de alto valor agregado.

Una trampa que amenaza el futuro

El país se enfrenta a lo que los economistas llaman la “Trampa de Ingresos Medios”: un crecimiento que se desacelera, alta desigualdad, baja innovación y débil institucionalidad. La caída de la productividad, el deterioro fiscal, el desempleo estructural y la pérdida de empleos formales —como consecuencia del cierre de la mina— agravan la fragilidad del modelo económico.

Las tensiones sociales registradas en 2022, 2023 y las que persisten en 2025 reflejan esta realidad: una clase media presionada y una población vulnerable que no ha sido incluida en los beneficios del crecimiento.

Oportunidades para un nuevo ciclo

No todo está perdido. Panamá puede aprovechar su ubicación estratégica para expandir su modelo de servicios hacia sectores emergentes como los servicios digitales, la energía, la logística avanzada y el turismo sostenible.

Proyectos como el puerto de Corozal, el gasoducto, el corredor logístico terrestre y la creación de un hub industrial exportador podrían ser el ancla de una nueva política industrial, con participación activa del sector privado.

Las reformas en educación y capacitación técnica —por medio del INADEH—, junto con una mejor evaluación de políticas públicas, son claves para elevar la productividad y reducir brechas.

Asimismo, una eventual renegociación del Tratado de Promoción Comercial con Estados Unidos representa una oportunidad para facilitar la exportación de productos industriales y elevar el perfil productivo del país.

Reformas para avanzar

Entre las principales recomendaciones se destacan:

  • Mejorar la calidad del gasto público y evaluar las inversiones con criterios de eficiencia y resultados.
  • Reformar el sistema educativo con énfasis en competencias técnicas y demandas del mercado.
  • Fortalecer la institucionalidad, salir de listas grises y reducir la tramitología que limita la inversión.
  • Impulsar una estrategia industrial selectiva, alineada con la inteligencia artificial, sostenibilidad y seguridad energética.
  • Reorientar los subsidios hacia la productividad, y no únicamente al consumo.

Encrucijada histórica

Panamá debe decidir su rumbo. Aprovechar su experiencia pasada y adaptar los aprendizajes del Este asiático no es solo una posibilidad, sino una urgencia. La sostenibilidad del desarrollo dependerá de su capacidad para generar empleos de calidad, cerrar brechas sociales y construir una economía resiliente, inclusiva e innovadora.

Fuente: Mónica Vélez 

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